jueves, 20 de noviembre de 2008

UN DIA COMO CUALQUIERA O “NADA ES IMPOSIBLE”

Porque no todo lo que he escrito es decadente, deprimente o trágico!!
Una "historia" con final feliz [/spoiler]
Escrito hace más de dos años, en las inspiradoras clases de Derecho Constitucional con el Excelentísimo profesor Suárez [/ironía mode: off]
Nada más que agregar. Tiene hasta título, lo que es inusual en mi. Está algo largo también XD


Un dia como cualquiera, o "Nada es imposible".

Salgo. Camino cinco calles. Llego al paradero. Saludo al dueño del kiosco.

Pienso: “la micro aún no pasa”.
Me equivoco; se adelantó dos minutos y me quedé abajo.
No soy el único, una señora embarazada y dos escolares están en la misma situación.
La señora tiene dolores, va a dar a luz. Maldice al micrero por adelantarse
Los escolares aprovechan de sacarle la billetera a la señora mientras la “calman”
Sigo mirando. No intervengo. Pienso: “pobre señora, ojalá se calme luego.
Pasa un taxi. La señora lo hace parar desesperada. El taxista se hace el loco. Cree que la señora está borracha.
La señora maldice al taxista ─ viejo de porquería, ojalá choques y te mueras! ─.
Me río en silencio, si lo hago de otra forma sería desubicado y me haría notar
La señora se calma. Miro. Se desmayó
Los escolares no saben que hacer. Le roban el reloj y el anillo
Pienso: “¿qué pasa con los jóvenes de hoy?”
Los escolares llaman a la ambulancia. Sacan un porro. Lo encienden. Se van, riendo, felices por su botín. Llega la ambulancia, media hora después, como siempre.
Bajan la camilla. La señora, tirada en el suelo vuelve en sí.
Los paramédicos me miran. Hacen preguntas. Respondo que no sé, que no tengo idea.
Me dicen que tengo que ir con ellos. Respondo que no puedo, que tengo que trabajar y que ya estoy atrasado.
Insisten. Cedo. Suben a la señora a la ambulancia. Se queja. Me mira. Pregunta quién demonios soy.
Respondo que me obligaron a subir. Me da un número de teléfono. Es de su esposo. Me pide que lo llame. Busca su teléfono. No lo encuentra. Los escolares debieron llevárselo.
Ofrezco el mío. Llamo. El tipo no estaba. Insisto. Contesta. Le explico. Pregunta dónde nos llevan. ─ me dicen que al Hospital Regional ─ le digo.
─ OK, voy para allá ─, me responde Me despido.
La señora grita, se queja. Maldice al marido.
Llegamos al hospital. Bajan a la señora. Sigue quejándose.
Le inyectan algo. Se calma y ríe.
Llamo al trabajo. Explico. No me creen. Me despiden.
─ Renuncio!! ─ digo de vuelta. Llega alguien eufórico. Creo conocerlo. Lo reconozco. Él también. Nos saludamos. Le pregunto qué hace por acá
─ Mi esposa va a dar a luz. Me llamaron a la oficina y me dijeron que estaba acá ─
─ Yo llamé ─ le respondo. ─ La manerita de reencontrarnos ─ me dice.
Reímos. Nos acordamos de los “viejos tiempos”. Le pregunto qué hace. ─ trabajo en el Gobierno, ¿y tú? ─
─ Nada, acabo de renunciar. Expliqué lo que pasó hoy y no me creyeron ─.
─ Que lata. Trabaja conmigo. Justo necesitaba un “asesor” ─ Acepto. Me ofrece ser el padrino de su hijo.
Respondo que no puedo, que no estoy bautizado.
─ No importa, yo tampoco ─ me dice ─ es sólo algo simbólico
Reímos. Acepto la propuesta. Estamos felices. Se abre una puerta. Preguntan por mi amigo.
─ Soy yo ─ responde. Le dicen algo en voz baja. Se pone serio. Sus ojos se tornan vidriosos. Cae una lágrima. Se acerca. Me da la mala noticia.
─ Nació muerto ─ Llora amargamente. Trato de calmarlo. No lo logro. Lloro con él.
─ Eso no es todo ─ me dice ─ mi esposa está en coma ─. Se suena. ─ Ten fe ─, le digo.
─ En quién, ¿en Dios? ¿A esta altura de mi vida? ─.
─ No sé, tal vez ─, respondo.
De repente, una luz nos deja casi ciegos.
Algo baja. ─ Un ángel ─, dice mi amigo. ─ Imposible, no existen ─, le digo de vuelta.─ Nada es imposible ─ responde el “ángel”. El ángel baja. Abre la puerta. Se demora.
Sale. Nos mira. ─ Nada es imposible ─, repite.
Se eleva. Desaparece. No podemos creer lo que habíamos visto.
Le preguntamos a la gente. Nadie vio nada. No creemos.
Se abre la puerta. La misma enfermera pregunta por mi amigo.
─ Soy yo ─ responde.
Le dicen algo en voz baja. Sonríe. Grita. Se pone eufórico.
Se acerca. Me abraza.
─ Es un milagro. ¡Están vivos! ─, me dice.
─ ¡Qué bueno! ─, respondo. No se me ocurrió nada mejor que decir.
No era necesario. Entramos a una sala. Nos indican un montón de recién nacidos.
La enfermera toma uno. Nos lo muestra. Mi amigo se emociona.
─ Se llamará como tú ─, me dice ─ Es un honor ─, respondo.
Salimos. ─ Me tengo que ir a buscar mis cosas a la oficina ─.
─ Te espero para celebrar ─. Me da su dirección y teléfono.
─ Obvio, ahí estaré ─, le respondo.
Nos despedimos. Comienzo a caminar. Pasa un taxi. Es el mismo que no quiso parar.
Lo detengo. Subo, indico donde voy. ─ OK ─ responde el taxista.
Se produce un silencio. Analizo lo sucedido. No lo creo. Me detengo.
Recuerdo al ángel. Sonrío.
Pienso: “Nada es imposible”.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Entelequia de mierda

Inspiración repentina.
No hay título, ni contexto, ni explicación, ni nada...Total, es sólo una entelequia de mierda (léase entelequia, en su segunda acepción del diccionario de la RAE), que mucho tiene de metáfora y que por lo mismo, da para innumerables interpretaciones...Cual es la interpretación correcta? La del autor? La del lector? Todas? Ninguna?
Da lo mismo...Es sólo una entelequia de mierda.




Des-apareciste de la faz de la tierra.
Y pensar que hace sólo un rato nos vimos!!
Pero bueno…Lo que importa es el “presente”,
y el “presente” dice que no estás

Dónde estás?
No tengo idea.
Debería buscarte?
Tampoco lo se.

En una de esas re-apareces.
En una de esas no.
Hagas lo que hagas,
lo más probable es que no lo sepa

Porque si la (eme-a-ele-a) suerte existe
Habrás re-aparecido
cuando yo ya no esté.
Si…Esta es la ironía nuestra de cada día